Fases del abuso sexual
El abuso sexual de un menor es un proceso que consta generalmente de varias etapas o fases:
- Fase de seducción: el futuro abusador manipula la dependencia y la confianza del menor, y prepara el lugar y momento del abuso. Es en esta etapa donde se incita la participación del niño o adolescente por medio de regalos o juegos.
- Fase de interacción sexual abusiva: es un proceso gradual y progresivo, que puede incluir comportamientos exhibicionistas, voyeurismo, caricias con intenciones eróticas, masturbación, etc. En este momento ya se puede hablar de «abusos sexuales».
- Instauración del secreto: el abusador, generalmente por medio de amenazas, impone el silencio en el menor, a quien no le queda más remedio que adaptarse.
- Fase de divulgación: esta fase puede o no llegar (muchos abusos
quedan por siempre en el silencio por cuestiones sociales), y, en el
caso del incesto, implica una quiebra en el sistema familiar, hasta ese
momento en equilibrio. Puede ser accidental o premeditada, esta última a
causa del dolor causado a los niños pequeños o cuando llega la adolescencia del abusado.
- Fase represiva: generalmente, después de la divulgación, en el caso del incesto la familia
busca desesperadamente un reequilibrio para mantener a cualquier precio
la cohesión familiar, por lo que tiende a negar, a restarle importancia
o a justificar el abuso, en un intento por seguir como si nada hubiese
sucedido.
Consecuencias de los abusos sexuales a menores
Las consecuencias del abuso sexual a corto plazo son, en general,
devastadoras para el funcionamiento psicológico de la víctima, sobre
todo cuando el agresor es un miembro de la misma familia. Las
consecuencias a largo plazo son más inciertas, si bien hay una cierta
correlación entre el abuso sexual sufrido en la infancia y la aparición
de alteraciones emocionales o de comportamientos sexuales inadaptativos
en la vida adulta. No deja de ser significativo que un 25 % de los niños
abusados sexualmente se conviertan ellos mismos en abusadores cuando
llegan a ser adultos.
Las consecuencias de los abusos
Una gran cantidad de estudios indican que la mayoría de las víctimas infantiles de abusos sexuales sufren daños como consecuencia de los mismos:tienen dificultades para sentirse personas y para crecer con
autonomía. [...] Los excesos de estimulación debidos a manipulaciones
brutales y a emociones perturbadoras o frustrantes los dejan [...] en un
estado sensorial confuso y evanescente: entienden que son prisioneros
de la voluntad ajena, se sienten amenazados pero no pueden responder o
sustraerse a ella. Todas las referencias sensoriales, afectivas y
representativas se confunden cuando un niño es víctima de un abuso
sensorial o afectivo que no puede integrar. [...] Cuando un adulto abusa
de la propia fuerza y del propio poder, el niño no puede oponerse en un
plano de igualdad: no posee el lenguaje, aún no es autónomo, su vida
depende de los mayores. [...] Sirviéndose del niño como objeto sexual,
asustándolo y sobreexcitándolo cuando aún no es libre de elegir o
sustraerse, cuando aún no está en condiciones de simbolizar las
experiencias a nivel cognitivo, de expresarlas en palabras y de
valorarlas por lo que son, el que abusa de él, con sus intervenciones
irrespetuosas en relación con los ritmos de crecimiento y las exigencias
del pequeño, puede interrumpir su proceso de humanización,
«petrificarlo», con consecuencias cuyos efectos pueden hacerse sentir a
muchos años de distancia.
Con todo,la coexistencia de una historia de abuso sexual infantil y los
trastornos adultos no prueban que el abuso «causara» el trastorno. En
muchas familias en donde se han producido abusos sexuales, hay otros
problemas familiares (alcoholismo de los padres, abusos emocionales,
discordias maritales) que igualmente son dañinos para los niños. Los
factores genéticos también pueden entrar en la ecuación, quizá por
afectar al grado de vulnerabilidad y resistencia del individuo.
El impacto de la agresión sexual está condicionado por, al menos, cuatro variables que se hallan interrelacionadas:
- el perfil individual de la víctima (respecto del cual es más importante que su edad o el sexo, el contexto familiar donde vive);
- las características de la agresión (cuya gravedad es proporcional a
la frecuencia, duración y violencia con que se ha producido);
- la relación entre víctima y abusador: las pruebas muestran que los
efectos psicológicos más graves se producen cuando el abusador es una
persona conocida en la que el menor confía;y las consecuencias provocadas por el descubrimiento del abuso
(sobre todo en lo que se refiere a si el abusado es creído o no; una
respuesta inadecuada del entorno de la víctima puede complicar el
proceso de recuperación).
Por otra parte, se ha estudiado también el dilema al que se enfrentan
los niños que han sufrido un abuso cuando han intentado comunicar su
experiencia, y que explicaría los enormes problemas que tienen los
menores para contar con coherencia y de inmediato la agresión sufrida.
R. C. Summit definió, en este sentido, el SAASN (Child Sexual Abuse
Accomodation Syndrome: síndrome de acomodación del niño al abuso sexual)
de acuerdo con cinco etapas:
- secreto
- indefensión
- acomodación y trampa
- revelación diferida, contradictoria y poco convincente y
- retractación.
Por lo demás, algunos agresores fomentan el silencio de la víctima
sugiriéndole a esta que lo que ha ocurrido es un secreto compartido o
amenazándola directamente.
Consecuencias del incesto
En cuanto a las consecuencias de los abusos sexuales intrafamiliares,la casuística muestra que casi el 30 % de las mujeres que recurren a
un tratamiento psiquiátrico refieren una historia de incesto.
Prácticamente todos los síndromes psiquiátricos conocidos han sido
señalados como posibles consecuencias de una experiencia de incesto:
frigidez, promiscuidad sexual, fantasías o relaciones homosexuales,
delincuencia, depresión con tendencias suicidas, fobia, psicosis después del parto, anorexia nerviosa,
crisis histéricas y ataques de ansiedad. Análogamente se ha comprobado
que muchas mujeres que han sido violadas en más de una ocasión han sido
víctimas de incesto. También los estudios realizados con prostitutas han
demostrado que cerca del 50 % de ellas tenían a sus espaldas un
historial de abusos sexuales entre los muros domésticos [...] Entre los
drogadictos graves [...] a menudo hay mujeres víctimas de una
experiencia anterior de incesto. También se ha observado que un
porcentaje considerable de los hombres que se encuentran en la cárcel
por delitos sexuales [...] había estado sexualmente implicado con algún
miembro de su familia.
Según Jean Goodwin,
se pueden describir las consecuencias de este tipo de abusos atendiendo
a los distintos estadios del desarrollo: infancia, edad preescolar,
edad de latencia, adolescencia y edad adulta.
En la infancia, además de algunos síntomas fisiológicos, se produce
un miedo inesperado a los hombres o un apego a la madre también
excesivo.
La edad preescolar (4-6 años) es la etapa en la que se producen las
situaciones más complejas, debido a que el menor siente auténtico terror
ante la posibilidad de perder el afecto y la protección de su familia,
por lo que tiene fuertes sentimientos de culpa ante los hechos
acaecidos.
La edad de latencia (6-12 años) presenta el mayor porcentaje de
menores que confiesan haber sufrido abusos familiares. Aun siendo ya
conscientes de lo que les ha pasado, suelen usar la fantasía como
defensa y suelen expresarse metafóricamente al respecto. Entre las
consecuencias más evidentes están el rechazo a la escuela y la
idealización de la familia.
Los adolescentes sometidos a abusos sexuales suelen recurrir con
frecuencia a las fugas de casa (no tanto como huida, sino como
declaración simbólica de su culpabilidad), la promiscuidad
sexual, los intentos de suicidio (habitualmente, entre los 14 y 16 años
y motivados por el sentimiento de culpa por haber traicionado a la
madre, el sentimiento de fracaso por haber sido causa de disolución
familiar, las dificultades para entablar relaciones sexuales normales
tras los abusos...), las crisis histéricas, etc.